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Hemos vuelto a casa (18/2/2014) E-mail
Por Dror Eydar para el periódico Israel Hayom (16/2/2014). Traducción del inglés de Jorge Rozemblum 
[NOTA DE LA REDACCIÓN: Radio Sefarad no comparte necesariamente las opiniones de esta y otras personas. Sin embargo, nos parece importante mostrar el debate que el anteproyecto de ley de naturalización automática de los sefardíes está generando en Israel, no sólo entre los descendientes de los expulsados de España, sino en la sociedad general]
 
1. "Se dijeron el uno al otro: designemos un líder y volvamos a Egipto" (Números 14:4). Después de siglos de opresión, los antiguos hebreos abandonaron la nación que los había esclavizado, pero pronto añoraron volver. El desierto se estiraba ante ellos y la Tierra Prometida quedaba distante. En su angustia, los esclavos liberados veían a Egipto no sólo como a una madre que los había derrotado, esclavizado y había asesinado a sus niños, sino también como el único lugar que conocían.
 
Miles de años más tarde, los descendientes de aquellos esclavos fueron expulsados de España después haber contribuido enormemente durante siglos a su cultura, economía, sociedad y vida política.  Nada de eso les ayudó.  Durante el siglo que precede a la expulsión, sus vidas se habían convertido en un infierno. 
El rey Fernando y la reina Isabel dieron a los judíos una alternativa: convertirse al catolicismo o la expulsión. Enfrentados a esta prueba, decenas de miles de judíos se fueron inmediatamente, dejando atrás sus casas y posesiones. Barrios enteros quedaron vacíos. Los talleres, los campos y las viñas se abandonaron, y las sinagogas, acabaron convertidas en iglesias. Los caminos se llenaron de carros con familias rumbo a lo desconocido.
 
Entre los judíos expulsados de Toledo había un muchacho de 4 años llamado Yosef Caro, que más tarde escribiría el códice de la ley religiosa judía conocido como “Shuljan Aruj”. Los que no alcanzaron a salir, se convirtieron al cristianismo. Muchos de ellos vivieron como “anusim”, conversos forzados que mantuvieron su observancia judía en secreto. Los que se convirtieron de buena fe, no fueron aceptados en la sociedad española.
 
Según la tradición, los exiliados de España impusieron un “jerem” (un pedido de excomunión) para cualquiera que volviera a España. El rabino Moshé Trani nació en Salónica en el 1500 en el seno de una familia expulsada. A la edad de 18 años emigró a Israel y se instaló en Safed, donde se unió al grupo liderado por el rabino Yosef Caro. En uno de sus responsa (jurisprudencia rabínica), escribió: "ningún judío ha vivido en Aragón en los últimos 70 años, y estamos seguros de que ningún judío volverá a establecerse allí nunca, bendito sea Dios que pronto reunirá a los miembros lejanos de su nación en la Tierra de Israel". Los sabios posteriores consideraron esto como una evidencia del acuerdo secreto para prohibir el reasentamiento en España. La razón de que la prohibición se guardara en secreto era la preocupación por el bienestar de los judíos en sus nuevos destinos.
 
Yaakov Toledano, rabino principal de Tel-Aviv en los años 1940 y 1950, escribió en su libro acerca de una tradición que se había transmitido en su familia desde la expulsión de España: "En efecto, nuestros antepasados nos dijeron que dado que los miembros de esta familia decretaron la excomunión para quienes volvieran a España, se llamaron a sí mismos Toleda-no, con el no en español en la última sílaba. 
 
2. Si los antiguos esclavos en el desierto tenían una excusa para su comportamiento, ¿qué podemos decir sobre el vergonzoso entusiasmo de los israelíes acerca de las noticias de que el gobierno español quiere conceder la ciudadanía a los descendientes de los judíos que fueron expulsados de España? ¿No es esto un caso de la víctima que vuelve a la escena del crimen? La verdad es que, después de la intensa legitimación que los medios (israelíes) han dado a la inmigración israelí a Berlín, lo de España es un asunto menor.
 
Nuestra historia está llena de paradas en el camino: Babilonia, Alejandría, España y Ashkenaz (en partes de las actuales Alemania y Francia), por nombrar sólo unas cuantas. En el Día de Conmemoración de Holocausto, afloran muchos temas, incluso la pregunta de la lección que hemos aprendido. Casi cada exilio ha terminado en la aniquilación. La Edad Dorada de Sefarad se volvió a vivir más tarde entre los judíos alemanes del siglo XIX hasta que los nazis subieran al poder en el XX.
 
La lección debería poner el énfasis no sólo lo que pasó allí, sino también en la solución del problema: la vuelta a Sión, la llegada en casa y el establecimiento de un estado judío independiente. Es difícil hablar de “significado" cuando tratamos el Holocausto o la expulsión de España, pero tenemos la obligación de hablar de la inutilidad de la vida judía fuera de la patria judía. Para los judíos para vivir en los países de exilio es una anomalía. Así es como una nación sana lo debería ver. Los judíos estadounidenses son también una anomalía. El lugar de nuestra gente está en su única tierra.
 
Es de suponer que los ciudadanos a los que les gustaría sacar partido de una ciudadanía europea responderán a la invitación de España. Pero varios intelectuales y los investigadores han dicho que la ley española contiene la opción de "la vuelta al seno de materno y país de origen". Perdónenme: ¿seno materno? ¿País de origen? Alguien ha errado en la navegación. Sería buena idea buena repetir lo que el escritor Shmuel Yosef Agnon dijo en su discurso de aceptación del Premio Nobel: "como resultado de la catástrofe histórica por la cual Tito de Roma destruyó Jerusalén e Israel fue desterrado de su tierra, nací en una de las ciudades del exilio. Pero siempre me consideré como alguien nacido en Jerusalén".
 
España no es ni nuestra madre, ni nuestro país de origen. Fue un destino y una para en el camino de nuestros largos vagabundeo desde y hacia Jerusalén.
 
Nuestra verdadera madre es la Tierra de Israel, que nos esperó con paciencia como una madre que ama a sus hijos y no comparte su leche con forasteros. En 1267, Najmánides se vio obligado a salir de España después de la Disputa de Barcelona, en la cual debatió con Pablo Christiani, un apóstata judío convertido al cristianismo. Cuando llegó a Israel, ayudó a restablecer la comunidad judía en Jerusalén. Escribiendo acerca del aspecto descuidado y abandonado del país, escribió: "en toda la parte habitada del mundo no puede encontrarse una 'tierra tan buena y espaciosa' [Éxodo 3:8], en la que siempre se vivía y es la ruina hoy, ya que desde que la dejamos, no ha aceptado a nación o gente alguna, y todos ellos trataron de instalarse, pero sin lograrlo”.
 
3. Esta semana, tuve la oportunidad de oír algunos arreglos del compositor Daniel Galay del poema profético de Uri Zvi Greenberg, "En el reino de la cruz", publicado en 1922. En dicho poema, Greenberg juzga al mundo cristiano por su tratamiento hacia nosotros y prevé la destrucción de los judíos europeos: "le diré... la profecía negra se hace más profunda; la columna de humo subirá aquí... cuando el gas tóxico entre en los templos".
Greenberg escribió acerca del sentido de vida en Europa, bajo la cruz, cuando la casa no era realmente un hogar y pendía de un hilo. 
 
"La casa solitaria en el Este es patria de chacales, y nuestra casa aquí en el Oeste es un tienda de campaña de gitanos, paja para las llamas de la conflagración y polvo ante el viento tormentoso.... Qué podemos hacer, una comunidad de judíos aterrorizados, cuando una torre romana se levanta sobre nuestras cabezas y nos obliga a escuchar cada mañana y anochecer las campanas de la iglesia. Ah, qué maldición es vivir así el día y la noche: cuando la conflagración puede estallar de un momento a otro, encenderse bajo nuestros pies, bajo nuestras casas.... Qué terror es crecer sólo para ser abandonados, como una piedra en medio del mundo".
 
¿De modo que el gobierno español quiere compensarnos por su injusticia? Este no es el camino. La situación económica de España no es buena. Hay un paro excepcional. La propuesta de devolver la ciudadanía española a los descendientes judíos es parte de un debate interno en curso sobre la historia española, su pérdida de hegemonía y el descenso de nivel de imperio a mitad del milenio pasado a un país normal hoy. La expulsión total en 1492 de los judíos, que tanto habían contribuido a la sociedad española hasta ese momento, se puede considerar como el punto crítico de inicio del deterioro.
 
Si España quiere reconciliarse con nosotros, que ayude a que los judíos vuelvan a casa y se establezcan en su antigua patria en lugar de invitar a los descendientes de sus víctimas a retornar a la escena del crimen. Estaríamos contentos de recibir el apoyo de España en nuestra lucha por nuestra tierra contra los intentos de boicot contra Israel que se estrellan en nuestras orillas.
 
Nos expulsaron de España no para volver allí, sino para retornar a casa, a Sión.