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Pueblos contra el gobierno de los pueblos (6/7/2013) E-mail
¡Qué ganas tienen los pueblos de ir contra sus intereses! Eso es lo que debió pensar esta semana el pobre Obama, tan sólo unos días después de que su embajadora en Egipto apoyara la legitimidad del gobierno de Mohamed Morsi y los Hermanos Musulmanes, a los que ya había suministrado grandes sumas de ayuda monetaria y militar. Algo parecido a la cara que se le pondría cuando hace apenas dos semanas (¿se acuerdan?) el mundo sólo hablaba de la rebelión turca y el autoritarismo del amigo Erdogan.
 
¿Qué le pasa a esos pueblos que se levantan contra los que han elegido democráticamente, algunos de ellos, por primera vez en su historia? ¿Hay alguna incompatibilidad intrínseca entre los pueblos y el gobierno de los pueblos, alias democracia? Sólo la aparente. Es decir, esto sucede cuando la democracia se limita a una pantomima de poner un papelito en la urna: allí tenemos los casos de Irán (país donde uno puede elegir sólo entre los que previamente seleccionó el Líder Supremo) o Venezuela (Dios los cría y ellos se juntan). O, en otro orden pero en definitiva también, aquellos que aprovechan las mayorías absolutas para hacerse con el control absoluto, incluido rescribir sus constituciones. O, por qué no, aquellos en los que una vez obtenido el poder no hace falta cumplir ninguna promesa electoral. 
¿Quiénes ganan en el río revuelto de la indignación? Los que pescan “al arrastre”, esquilmando los fondos de los derechos humanos para presentarse como salvadores y única vía de salida. Los apocalípticos, los que cierran el campo de visión de la sociedad para focalizarlo en chivos expiatorios, los que esgrimen como mejor baza su inadaptación a regímenes anteriores. Cuentan con el miedo como mejor credencial, con la soberbia como mejor arma de violación colectiva y son aliados del desconcierto.
No es un problema exclusivo de Oriente Próximo, aunque son sus pueblos los protagonistas más destacados de estos meses. No todos, por supuesto. Ahí está, mal que le pese a muchos, la única democracia verdadera y garantista, aguantando en unas condiciones de guerra continua desde su nacimiento. Condiciones que hubieran tentado a otras formas de gobierno hasta al más pintado de los defensores de la soberanía popular.
Y eso con las democracias: ¿pero qué hacemos entonces cuando se enfrentan dos bandos antidemocráticos de un mismo pueblo? Gentes masacrándose a sí mismas, con el objetivo de algún día poder masacrar a los demás (Yihad Islámica) o defender el derecho a seguir haciéndolo (desde la dictadura de Al Assad).  
Aquellos que hace escasos dos años acuñaron lo de la Primavera Árabe seguramente ya están convencidos que no les caerá un Pullitzer por tan esperanzadora expresión. Tendrían que haber hecho como Obama y su Nobel de la Paz: cobrar por adelantado.

Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad