Martes, 23 de Abril de 2024 

Yom Shelishi, 15 Nisan 5784
 
 
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Radio Sefarad ha nacido con la intención de mostrar (o, mejor, hacer oír) también aquellas opiniones “políticamente incorrectas” por ir en contra, por ejemplo, de instituciones y grandes medios de comunicación, incluso, en ocasiones, del sentir mayoritario de la población.

Habrá quien piense que resulta antidemocrático nadar contra la corriente de la mayoría y otros que consideren que la democracia se mide justamente por el respeto a las minorías. ¿Puede permitirse una sociedad ser homófoba, maltratadora de las mujeres (una minoría que numéricamente no lo es), racista, xenófoba o antisemita porque la mayoría así lo siente? La judeofobia no es un problema de los judíos, sino de aquellos que nos odian. Por eso, no es que los judíos de Europa tengamos un problema: es Europa quien tiene un gravísimo problema cuyos síntomas asoman en Grecia, Hungría y Ucrania, pero cuyos gérmenes esperan la oportunidad para contagiar al resto del continente. La crisis ha bajado las defensas que la sociedad erige ante estas enfermedades, tal como pasó en Alemania después de la Primera Guerra Mundial con el Tratado de Versalles, sólo que los actores han cambiado sus papeles. 

De modo análogo, resulta “políticamente incorrecto” decir que Jerusalén es la capital de Israel, siendo de hecho la capital más antigua del mundo. El Egipto de los faraones cambió muchas veces de capital (Memfis, Akhet-Aton, Tebas...), el control de la Antigua Grecia se ejerció desde Atenas o Esparta, Roma fue reemplazada por Bizancio, y así hasta los tiempos actuales. Sin embargo, en tres mil años los judíos sólo oramos en dirección a Jerusalén y su nombre dulcificó nuestros sufrimientos con la promesa de estar allí al año próximo. No obstante, la mayoría de los mapas del mundo que incluyen a un país llamado Israel, siguen poniendo como capital del mismo a Tel-Aviv. ¿Qué opinaríamos, por ejemplo, de un estado tan republicano (Francia, sin ir más lejos) que no aceptara a Madrid como capital de España por ser la sede de la monarquía y pusiese su embajada en Cádiz? ¿Y si todos los países los siguieran? ¿Sería una opción democrática porque la mayoría de las naciones así lo decidieran?

El ejemplo de Jerusalén no es gratuito. Esta semana (según el calendario hebreo) festejamos su día, aquella jornada de junio de 1967 dentro de la llamada Guerra de los Seis Días, en que la ciudad, capital del pueblo y el estado judío, fue reunificada. Lo que resulta muy desalentador es que haya tantos (seguramente incluso una mayoría) que consideren la reunificación de Jerusalén un hecho desgraciado, cuando sin dudarlo se sumarían a los festejos por la reunificación de Berlín en 1991, la capital desde la que ahora emana el poder económico europeo que marca las pautas a las capitales del sur del continente. Pero ojo, esta crítica es “políticamente incorrecta”, ya que ellos y los otros países del Norte son mayoría en el presupuesto de la Unión, ¡vaya con la democracia! 

Así que discúlpenme si no me retracto de muchas de las polémicas afirmaciones aquí vertidas. Sin ánimo de ofender a nadie venimos a decir que nuestro numéricamente insignificante 0,2% de la población mundial tiene derecho a lo mismo que el 99,8% restante: 1. a vivir; 2. a hacerlo en paz y seguridad; y 3. a tener la capital donde siempre la hemos tenido. Un lugar llamado Yerushaláyim.

Shabat Shalom

 

Jorge Rozemblum

Director de Radio Sefarad